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Arquitectos: AR-AR (Martínez Arquitectura), Fiallo Atelier
- Área: 252 m²
- Año: 2019
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Fotografías:Jesús Fiallo, Ana María Díaz Parra, Carlos Alberto Martínez Valencia
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Proveedores: Corona, Adobe Systems Incorporated, AutoDesk, Paramo Griferias, Trimble Navigation
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El lugar. En la cúspide de una montaña, en el valle del río Calandaíma, Marisol, actual dueña de la Casa Volcanes, encontró la finca La Cascajosa.
“Su clima caliente de trópico americano es todo un descubrimiento de sensaciones y sorpresas. En el que se siente por temporadas la extrema humedad de la niebla o la lluvia torrencial y las ventiscas que asustan. Así como periodos secos de altas temperaturas, que sugieren incendios. Pero siempre la delicia del aire y el sonido insaciable de chicharras y ranas, de aves e insectos invitando a quedarse”.
Después de ir muchas veces, Marisol quedó enamorada, y tomó la decisión de asumirla. Contactó a Jesús Fiallo y Carlos Martínez.
“Necesitaba la voz de un arquitecto que leyera el paisaje y pudiera responder a la magnificencia de su espíritu. Cada vez que hablaba con ellos, el proyecto tomaba dimensiones más bellas y posibles. Sus sensibilidades con mi proceso y para reconocer las exigencias del lugar hicieron posible un dialogo de encuentros”
Determinantes del proyecto. En el lote se encontraba una tipología típica de casa campesina de la zona cafetera del Quindío, de un nivel, compuesta por un núcleo de habitaciones cerradas y un espacio social que lo circunda con barandas naranjas y verdes, pintorescas ventanas y puertas. Las soluciones de baño y cocina eran muy rudimentarias y apenas funcionales. Las modificaciones y ampliaciones evitaban su lectura clara. Sin embargo, la finca ofrecía la experiencia de estar en un lugar mágico:
“…los pájaros atravesaban su aire y la luz de las diferentes horas del día marcaba sus sombras. El adentro y el afuera estaban dispuestos de tal manera que la casa parecía parte del bosque”
Es así, como se decidió partir de esta pre-existencia, dándole más fuerza, valorándola en términos de espacio, atmósfera y sensación. Como resultado, se hicieron las siguientes modificaciones:
Se tumbaron las estructuras que encerraban y definía la cocina y se abrió esta al paisaje sur occidente donde la casa se extiende con un empedrado que se incorporó. Así, se hizo la cocina: orientando su ubicación como remate del área circúndate, que finalmente es el gran espacio central de encuentro, intercambio y bienvenida de la casa. A partir de las condiciones del clima y respetando la sombra del lugar, se ampliaron los baños y su relación con el entorno para armonizarlos con los jardines. Las habitaciones, se diseñaron como espacios semi-abiertos donde un cerramiento móvil permite extenderlas al paisaje. La luz y la penumbra se pensaron para crear escenarios, dar un carácter ritual y acompañar las actividades durante el día y la noche. Siendo el paisaje el escenario principal de las dinámicas se reforzó con unos acentos en puntos específicos y se rescató el estanque como un foco importante.
Se mantuvo la esencia de la casa; se respetaron sus techos altos y sus celosías rusticas. Se cambió el color de la pintura a un tono más oscuro, dándole una unidad cromática a toda la casa, que junto a un gran filtro de piedra de rio que rodea la casa y conduce el agua lluvia al estanque, dieron mayor protagonismo al paisaje. De esta forma, la vivienda se silencia produciendo además un efecto de penumbra que a nivel de percepción crea una reducción en la sensación térmica. En términos abstractos es como si se estuviera debajo de una sombra. Hipótesis concebida durante el diseño del proyecto y comprobada por los habitantes. Las barandas se acortaron de tal manera que su presencia se hizo menos significativa, pero más armónica y se optó por no introducir vidriería.
La Casa del Ocobo fue construida para el cuidandero, complementando la obra de la Casa Volcanes. La tipología escogida fue una L, uno de los lados tiene el área social y el otro el área privada; ambos acobijan un patio jardín. Con unos movimientos la casa se suavizó para propiciar la armonía con el paisaje.
Para reducir costos, el 80% de la carpintería de madera es recuperada de depósitos de demolición de obras de Bogotá. Además se ubicó La Casa del Ocobo sobre una placa de cemento existente del lote. Así mismo, se buscó un material oscuro que por un lado se pudiera dejar a la vista para valorarlo y resaltar la relación de penumbra del lugar y por el otro fuese el más económico puesto en sitio; siendo el ladrillo chircal este material.
De esta manera, el proyecto logró generar arquitectura de calidad a partir de un presupuesto muy reducido y con unas estrategias muy puntuales.
Nota: Los textos referenciados son tomados de un ensayo hecho por Marisol Leal; psicóloga, artista y dueña del proyecto.